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Osvaldo Rosembach

viernes, 26 de noviembre de 2010

Octubre Pilagá: La masacre de Perón


A mediados de 1947, cuando Juan Domingo Perón atravesaba su segundo año de gobierno, en el monte formoseño se orquestaba una masacre. La comunidad aborigen Pilagá, que se resistió a alojarse en las famosas reducciones, comenzó a preocupar a las autoridades, que no soportaron sus manifestaciones culturales y religiosas y que temían un alzamiento indígena. El 10 de octubre comenzó la tragedia de un pueblo pacífico que fue diezmado a fuerza de balas, persecución, violaciones y trabajo esclavo. Un documental llega para relatar esta tragedia silenciada por la historia argentina.

Desde hacía más de medio siglo en el norte argentino funcionaba el régimen de colonias aborígenes (conocidas por entonces como “reducciones”). Estas colonias eran fundamentales para el sistema de control de la población originaria sobreviviente del genocidio iniciado 400 años antes por los conquistadores españoles. Eran una versión renovada de las antiguas reducciones religiosas y concentraban a miles de personas de distintos pueblos que el Estado argentino sometía al trabajo esclavo para satisfacer las necesidades de los ingenios, algodonales y obrajes.

El Ministerio del Interior era el organismo de gobierno encargado de velar por el buen funcionamiento del régimen de colonias. La policía y la Gendarmería Nacional tenían a su cargo el disciplinamiento y la represión. Las industrias pagaban al Estado una suma establecida por ley a cambio de la obtención de obreros y obreras. Estos fondos eran administrados por el Ministerio del Interior.

En 1947, los Pilagá, que habían sobrevivido pacíficamente a sucesivas campañas de exterminio estaban siendo desplazados a tierras áridas o inundables. Aislados, y con su territorio reducido, no tenían otra salida que buscar trabajo en las industrias. El país más justo que proclamaba el aparato estatal no le llegó a esta comunidad aborigen.

En octubre de 1947, en La Bomba, un paraje cercano a Las Lomitas, en la provincia de Formosa, unos 2.000 pilagá se habían reunido para recibir de boca de su carismático líder la noticia sobre un Nuevo Dios escrito en un libro que ellos desconocían: La Biblia.

Las danzas y los tambores se mezclaron con los himnos bíblicos y resonaron durante varias noches. En el regimiento 18 de Gendarmería, distante a sólo un kilómetro del paraje, comenzó a gestarse la represión planificada y ordenada por el Estado.

La indisciplina tenía que cesar, la gente debía ser encerrada en un espacio controlado para ser enviada a trabajar. La prensa comenzó a mostrar a los pilagá como peligrosos y se agitó el fantasma de posibles malones sobre las poblaciones blancas. Desde Buenos Aires le temían a un “alzamiento”. Aquella expresión de libertad cultural y religiosa debía terminar. Ante la negativa a ser trasladados a las reducciones, el escarmiento no tardó en llegar.

LA MASACRE
El 10 de octubre, al caer la tarde, la Gendarmería Nacional apuntó sus armas contra la multitudinaria reunión, fusilando a cientos de personas.

De acuerdo a los testimonios de sobrevivientes, la matanza se extendió durante varios días. Después de los fusilamientos iniciales, se iniciaron las persecuciones de testigos a través de los montes. Varias mujeres fueron violadas y hubo más fusilamientos en comunidades cercanas.

Muchos niños murieron por las heridas de bala. Muchos ancianos fallecieron vencidos por el cansancio y la sed, acorralados por las tropas que controlaban el acceso a los arroyos. Muchos cadáveres no pudieron ser sepultados y permanecen desaparecidos.

Finalmente los sobrevivientes acabaron capturados y encerrados en las reducciones. Según informes oficiales muchos de ellos padecían al poco tiempo subalimentación y “hambre aguda”.

600 pilagá murieron en los eventos desencadenados el 10 de octubre de 1947.

EL SILENCIO DE LA HISTORIA
Durante más de 60 años el pueblo Pilagá no tuvo oportunidad de contar lo sucedido, el terror fue sembrado con éxito, y también la mentira. Algunos historiadores, antropólogos y medios de comunicación, hicieron su aporte para cubrir estos crímenes con un manto de silencio. Sin embargo la memoria de los sobrevivientes permaneció en espera de ser escuchada.

En el año 2006 la masacre de La Bomba dió lugar a una demanda contra el Estado Nacional de características inéditas en el derecho argentino, fundada en los principios jurídicos de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. El juez federal Mario Bruno Quinteros ordenó que un forense trabaje en la búsqueda de restos humanos.

OCTUBRE PILAGÁ
“No tenemos libros sobre la masacre. La gendarmería los debe tener”, asegura un sobreviviente pilagá ante las cámaras de la directora Valeria Mapelman. “Octubre Pilagá, relatos sobre el silencio”, se acaba de estrenar a sala llena y entradas agotadas en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires.

El documental que narra la tragedia de los Pilagá revela hechos deliberadamente ocultos, sin ser una película sobre el pasado, sino un vehículo para entender el presente. Está hecha con retazos de memorias personales que dan cuenta de una historia que urge conocer y asumir: la del genocidio de los pueblos originarios de la Argentina.

“Hacer la película fue un proceso doloroso y largo, que nos enriqueció a todos. Hay mucho para contar en Argentina, tenemos que tratar de escuchar a los ancianos. Hay cosas que no están en los libros. En la voz de los más viejos está la historia oculta de nuestra nación” asegura Mapelman.

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